dimanche, août 25

Almas que se corrompen.

A veces Helena no soportaba su vida, quería morir temprano y simplemente desaparecer, para no volver nunca más. No quería tener el egocentrismo de pensar que no fue hecha para este mundo, pero siempre decía que le faltaba algo esencial para poder sobrevivir: un cerebro que pensara menos. Nunca logró salir de sus pensamientos y muchas veces terminaba enfrascada, donde se le hacía difícil salir. 



Helena quería gritar, pero sabía que nadie la escuchaba, que todos están en su propio mambo. Quería encontrar la manera de cambiar esa parte suicida que se le presentaba a veces en sus pensamientos, pero jamás logró evadirla, así que simplemente decidió hacerla parte de ella. Descubrió que tenía tanto tiempo para ella misma que se dio cuenta que de nada le sirvió mirar hacia adentro, todo fue para peor. 



Tenía muchos sueños, que a veces se veían frustrados a causa del fracaso, haciendo que se replanteara su vida (otra vez), y tratando de encontrar algún salvavidas para no ahogarse en su mar de angustia, pudiéndolo encontrar muy pocas veces, pero debilitándose cada vez más. 



Sentía que todas las personas que se presentaron en su vida, de alguna u otra forma se dejaban llevar por el sistema y se convertían de a poco en una oveja más, dejándola a ella afuera de todo el circo, algo que Helena no entendía ni en lo más mínimo. ¿Cómo podía enfrentar el mundo sola? ¿Cómo planeaba salvar el mundo? Qué tarea difícil, decía Helena. 
Y no se cansaba de intentarlo, ayudaba a todos los que podía, escuchaba a todas sus amigas, daba consejos que ella nunca podía seguir, hacía buena letra con sus padres, no comía animalitos, amaba a los animalitos, hacía de tripas corazón y se dedicaba con todo su amor a hacer que las personas que estaban a su alcance vivan un poquito mejor, aunque sea por un segundo. Pero ella apenas se sentía feliz. Quería hacer feliz a todo el mundo, pero no podía. Y eso la frustraba, pero más le frustraba la gente que se quejaba de absolutamente todo, sin hacer algo para cambiar, aunque sea, el día de alguien, animal o humano. Era difícil caminar en contra de la corriente, pero ella no se rendía, y cada vez, cada fracaso, la hacía más débil. 
¿De qué le servía ser rebelde, cuando nadie la acompañaba? 



Helena ya no sabía que más hacer, quería encerrarse en su habitación, rendirse y no salir nunca más al mundo exterior. Vivir en una burbuja. Cerrar los ojos y ser ciega. No quería que el tiempo haga que su corazón salvaje se corrompa y sea simplemente uno más. 
Quería ser por siempre una oveja negra, pero eso, le costaba un pedacito de su vida.


1 commentaire:

  1. Hay bastantes helenas en el mundo. Esperemos que vivan los días de sol. Está rebueno tu blog :)

    RépondreSupprimer