samedi, mai 16

¿Coincidencia?

Camila a veces soñaba con los recuerdos de tiempos muy lejanos y siempre que lo hacía, despertaba agitada y asustada. Nunca se sentía a gusto cuando soñaba con su pasado, sobretodo porque volvía sentir lo mismo que había sucedido a flor de piel, y eso simplemente hacía que todo su fuero interno se confundiera y se llenara de tristeza. 
Siempre soñaba con esa persona que en algún momento amó y que por alguna extraña razón se alejó de ella. Cuando se despertaba, no deseaba otra cosa más que desaparecer del universo, de volar en mil pedazos para tan solo olvidar toda su historia. 
Ese día Camila soñó que ese chico, Lázaro, la miraba con sus ojos color negro y le decía cuánto la necesitaba. A ella se le revolvía el estómago de tan sólo pensar que él volvía a pensar en ella. Que él, después de tanto tiempo, la necesitaba. Sólo bastó esa mirada y que moviera sus labios para que ella caiga a sus pies. Pero claro, fue todo un sueño y Camila despertó desconcertada. 
Ese mismo día, salió a caminar. Siempre le gustaba caminar cuando necesitaba despejarse, porque adoraba la naturaleza, estar en contacto con ella la tranquilizaba y justo ese mismo día, estaba especial para eso. Salió con sus manos en los bolsillos de su campera de cuero, encerrada en sus pensamientos, tratando de acordarse de todo lo que sucedió en el sueño y perdiéndose por completo en los detalles del mismo. El brillo de sus ojos, su olor particular, porque sí, ella hasta se acordaba del aroma característico de ese hombre (esas cosas nunca se olvidan), para que lado tenía peinado su pelo, su lunar en el cachete izquierdo, su barba a medio crecer y la forma en que se movían sus labios al decirle “te necesito”. 
Caminaba sin rumbo mientras hablaba con su yo interno, cuestionándose el por qué de todos sus repentinos sentimientos por alguien que ya debería estar olvidado. 
Un aroma especial la fue devolviendo a la Tierra. Una mujer nunca se equivoca en cuanto a perfume de hombres se trata, sobre todo si se acuerda de todos y cada uno de ellos. Y si, ahí lo vio. Parado, esperando para cruzar la calle, mientras movía su pie derecho, ese estúpido tic que ella siempre odió. Sin rastros de haberla visto, ella se quedó mirándolo, pensando si era una coincidencia o si tenía que creer que algo los unía otra vez, para un reencuentro, justo el día que lo había soñado. 
Entre la duda de hablarle y quedar como una estúpida por los nervios o seguir como si nada, haciéndose la superada, apareció un momento. Ese momento en el que él gira su cabeza y la mira a los ojos, con esos ojos negros que tienen todo el recuerdo de lo que fueron cuando estaban juntos, quedándose ella paralizada por el miedo a obrar mal y él, dudoso de haber cometido el error de hacerle pensar que aún la necesitaba. Un instante de extrema adrenalina, de que el corazón late a mil por hora, sólo por una acción. Y solo con una acción, todo ese momento se fue, se fue con los pasos de Camila, cabizbaja y acelerada, y con la indiferencia de él, que cruzó la calle sin haber movido siquiera los labios. Los dos se fueron pensando en que hubiera pasado si hubieran vuelto a hablar, pero realmente ninguno quería saberlo, porque a veces las coincidencias no eran suficiente.

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